
Nada, sólo que hace algunos años (14 para ser exactos) me fui de viaje con mi hermana y visitamos, entre otras ciudades de gringolandia, Nueva York. Hasta allí llegó un buen día una carta dentro de un sobre grande. Páginas y páginas de block fiscal, escritas a mano en párrafos numerados (para dar la continuidad a un relato a dos voces) me hicieron reir y llorar de emoción. Eran mis dos hermanos (amigos, en realidad, pero después de haberlo sido durante 14 años antes, es decir que ahora son 28 en total, ya somos hermanos hace bastante tiempo). Comenzaron diciéndome que me extrañaban, seguía una (¿demasiado?) detallada descripción de todos los carretes que me había perdido por andar en tierras tan lejanas, una que otra infidencia al amparo del secreto profesional, y novedades por montones. Encontré la carta 14 años después, es decir, hace un par de días. Estaba ordenando unas cajas de la mudanza y no pude evitar echarme en el sillón a leerla. ¡Estuve mucho rato! Diría que casi una hora leyendo, a ratos llorando de la risa y a ratos de emoción. Que recuerdos... por supuesto, cuando leí esta carta en Nueva York sentí que estábamos conversando los tres (era la idea del relato intercalado que escribieron Willy y Javier). Y esta vez, cuando lo volví a leer, tuve la misma sensación y quise compartirla con los autores así que la guardé para mostrársela el sábado cuando nos juntamos en mi nuevo hogar. Cosa curiosa... los tres estábamos con nuestras respectivas "señoras", que muy probablemente no entendieron muy bien el porqué de las risotadas y el afán por leer y leer esa carta los tres apiñados en un sofá, apartados del resto de la gente. Creo que volvimos a tener 20 años y a sentirnos los mismos que en 1993. Yo, al menos, sentí que sólo había pasado una brisa de tiempo y que en realidad éramos los mismos. Todavía allí, hermanos aun, con tantas pero tantas vivencias que compartir y viviendo experiencias diferentes pero de alguna manera similares. Claro, nuestras vidas hoy son distintas. Uno en Rancagua, disfrutando de su guagua y señora; otro armando su vida con orden y tranquilidad (muy en su estilo) mientras llega el heredero del reino; y el otro empezando todo de nuevo, como tantas veces, pero al menos convencido de que esta vez sí que sí. Sin embargo, leyendo esa carta el otro día volvimos a ser, por un momento, los amigos-hermanos de hace 14 años. Y que estoy seguro seguiremos siendo por mucho tiempo más.
Qué linda es la amistad, ¿no?