
Pensé que no caería en el cliché de quejarme por vivir en Santiago y añorar mi querida Quinta Región, sus playas, su gente, su quietud relativa y el aire que se respira. Y es que no se trata sólo de "ir a la playa", como suelen decir aquí cuando uno va a Viña. Para mi, decir "voy a la playa el fin de semana" es restarle importancia al destino del viaje porque puede ser Mantencillo (como en la foto), Algarrobo (destino bastante frecuente de los capitalinos), Quintay, Tunquén, Rapel, o cualquier playa desierta que sirva para levantar una carpa, tomar sol, fotos y cervezas, y por cierto, respirar aire marino. Pero mi ida a Viña el fin de semana no es eso, por muy respetable que sean tanto el propósito como las actividades de mis colegas capitalinos que suelen "ir a la playa". Obvio, yo tengo un arraigo insistituible por Valparaíso, donde viví mi infancia, y con Viña donde viví mi adolescencia y juventud. Es, claro, más que ir a la playa. Es ir a mi ciudad, en definitiva, donde recorro parte tan importante de mi vida y asisto a los cambios que se siguen sucediendo y que me siguen sorprendiendo mes a mes. El domingo, de hecho, me perdí (sí, me perdí) tratando de empalmar desde la Cuarta Etapa (Alvarez, altura Chorrillos) al Troncal Sur. Sé que no es un camino nuevo pero, ¡qué diablos!, me perdí nomás. Pero me dio gusto, risa y algo de verguenza porque andaba con mi polola (que se burló de mi escasa ubicuidad en la que yo llamo "mi ciudad"...)
Esta vez anduve en Maitencillo. Linda playa, como se aprecia en la foto. Estuve en el cumpleaños de mi amigo Christian, en Puchuncaví, y bajamos hacia el atardecer a "la playa" a tomarnos alguna cosilla en La Canasta, curioso y muy grato pub frente al mar. Lo pasamos bien. Pero al estilo de los foráneos, porque si bien disfruté del aire marino y la quietud y belleza del lugar, claramente no fue lo mismo que haber estado en Viña y Valparaíso. Esa que es mi ciudad, esa que me hace llorar cuando tengo que volver a Santiago el domingo, esa que me hace prolongar lo más posible el regreso a los edificios de espejos (hay veces que me han dado las 12 de la noche del domingo y yo sigo demorando la partida de mi querido Recreo). Sí, fue grato estar en Maitencillo... en "la playa" como dicen acá. Pero no se compara con pasar el fin de semana en Viña, que es mi ciudad.