miércoles, septiembre 26, 2007

Quisiera parecerme a mi papá cuando tenía 36


Y ya van 36 años. Mi papá cumplió esa edad en 1980, cuando yo tenía 9 y ya estaba en 4º básico. Me acuerdo de mi papá cuando él tenía esa edad pero no logro "meterme" hoy en esa imagen. No sé si me explico: no consigo verme ahora como mi papá cuando tenía 36 años.

No tiene que ver con sentirse jóven o viejo -aunque no puedo desconocer que los años pasan sin piedad- sino con la situación de vida de cada uno al momento de cumplir esta edad. Sin duda los tiempos han cambiado, los jóvenes de hoy seguimos siéndolo hasta bien pasaditos los 30 cosa que antes era impensable.

Los "mamones", que eran los menos y se resistían a asumir su rol de adultos e independientes, evitaban como fuera el dejar la casa de los padres. Pero la gran mayoría pujaba por liberarse del yugo paterno, formar un hogar y un familia, comenzar a vivir la vida de verdad. Hoy tengo un amigo (mayor que yo) que, aun siendo capaz de hacer todo esto sigue prefiriendo la casa materna, la soltería, los carretes, y el disfrute personal de las ganancias que le da su trabajo (tiene uno muy bueno hace tiempo, digamos en suma que no le va nada de mal).

No hago esta reflexión para crucificar a los "mamones". Mal que mal, yo también lo fui hasta hace bien poco. Sino para hacer el contraste con la generación que nos antecede, que es la de nuestros padres. Se casaban jovencitos, tenían familia apuraditos y a punta de mucho pero mucho esfuerzo y empeño salían adelante, sin tantas comodidades pero con amor.

¿Qué pasa hoy? La sociedad nos condena a esperar antes de dar cualquier paso. Primero, hay que ser "alguien" (título universitario, ojalá altiro con postgrado, una pega estable y de preferencia bien pagada y con proyección). Segundo, hay que tener "cosas". Una familia sin auto hoy en día está condenada a quedar aislada porque la locomoción colectiva no hace más que desincentivar a cualquiera a "navegar" por la ciudad, al menos eso ocurre en Santiago. Casa propia, o al menos capacidad para arrendar una, es indispensable. Algunos objetos que debería uno adquirir estando soltero y que después sirven en la nueva casa, como computador, iPod, equipo de música, televisor... son bienvenidos aunque no esenciales. Pero sin cuenta corriente y sin tarjetas de multitiendas, es casi imposible pensar en equipar una casa como corresponde.

No digo que esto ocurra en todos los casos, 0bviamente estoy exagerando un poco para marcar el contraste. Para ello baste decir que nuestros papás muchas veces se casaban con lo puesto, se iban a vivir a un departamentito, pasando las apreturas correspondientes, y ni pensar en auto, computador, vacaciones en el extranjero ni nada de eso. Mi papá, por ejemplo, no tiene título universitario aunque estuvo a punto de obtenerlo. ¿Podrán creer que él dejó la universidad para ponerse a trabajar y así poder casarse con la mujer de quien se había enamorado?

Creo que si mi hijo (que todavía no tengo) me saliera con esa hoy...

miércoles, septiembre 05, 2007

Aun no me conformo



Un año se cumple por estos días de la trágica e inexplicable partida de Gonzalo. Y, francamente, no logro conformarme. Lo extraño como a un hermano, que aun cuando esté lejos o a veces estemos enojados, sabes que está allí y se alegrará de escuchar tu voz o estará feliz de aconsejarte.

Todavía me duele el pensar que perdimos tanto tiempo separados por cosas sin importancia. Que de no haber sido por eso habría estado a su lado en los momentos más difíciles, que habría estado conmigo cuando necesité un abrazo de amigo o simplemente salir a tomarnos una cerveza para reirnos de todo.

Lo bueno es que recuperamos lo perdido. Nunca voy a olvidar ese reencuentro después de tanto tiempo alejados, en que ambos volvimos a ver en el otro al amigo-hermano, al de siempre... Después de haber recorrido diferentes caminos, al final nos encontramos de nuevo y nos dimos un abrazo de hermanos, ocultando ambos las lágrimas de emoción pero dejando ver la inmensa alegría que traían consigo.

Es por eso que no me conformo. ¡Si estábamos recién retomando nuestra amistad de siempre! Había tanto todavía por compartir, más allá de lo bien que lo pasamos en el que fue su último hogar, la bella isla de República Dominicana. Faltaba tanto todavía.

Un pedacito de toda esa alegría que irradiaba quedó en mi. Y sólo me tranquiliza saber que él se fue siendo feliz, muy feliz. Quizás mucho más que todos nosotros, sin tener quizás la mitad de los motivos que nosotros pudiésemos tener para serlo.

Un abrazo para ti, dondequiera que estés.