lunes, noviembre 26, 2007

Cuando la muerte acecha




Por circunstancias en las que no me detendré, he sido testigo en estos días de algo que ha vuelto a remover las poco cristalinas aguas que hace algún tiempo llenan el pozo de mi fe cristiana. Como saben, recibí una formación católica en el colegio, no muy reforzada en la casa ni en mi entorno más cercano, pero más que eso yo destacaría la "enseñanza moral" que recibí en el movimiento Scout, que sí marcó mi adolescencia y mi vida respecto al cómo ser una mejor persona. Suena ñoño pero para qué lo vamos a negar: el modelo me ha servido hasta hoy, y en eso sí que mi casa actuó como una gran caja de resonancia.

Me distancié de la religión cuando salí del colegio. Volví a tomar distancia cuando murió mi abuela de un cancer muy cruel que la tuvo injustamente sufriendo al límite de lo soportable. Nunca he entendido qué extrañas razones tendrá Dios para someter a dolores semejantes a personas, como ella, que han dedicado su vida a seguir el ejemplo de Jesús y han obrado casi como "santos en vida", postergando sus propias aspiraciones en pos de auxiliar a los que necesitan de su ayuda.

Por estos días una madre de 49 años, cuya hija mejor tiene 4, enfrenta la muerte pues el cáncer del que suponía se había liberado hace 5 años tras una delicada operación, volvió con fuerza y esta vez es incurable. Nuevamente se trata de una persona muy devota y seguidora de Cristo, que participa más que activamente en su iglesia y es un testimonio vivo de la santidad de Dios. Digamos, como para graficar, que quizás el Papa nomás sea más santo que ella.

Tan apegada y confiada de la gracia divina estuvo siempre esta madre, que su fe la llevó a desestimar los tratamientos médicos que le fueron sugeridos cuando los síntomas de este nuevo rebrote cancerígeno comenzaron a aparecer. "Dios no permitirá que vuelva a sufrir", decía ella con una fe que a ratos me parece una cortina para esconder el pavor de enfrentar una realidad espantosa como la que vive hoy. Su círculo más cercano refrendó esta opción de dejar todo en las manos del Señor y de tener como único desahogo la oración.


Sí, es cierto, podría uno pensar que Dios quiso que esta madre padeciera nuevamente este mal para despedirse de su paso por la Tierra y entrar definitivamente al reino de los cielos. Aun cuando tiene sólo 49 años, aún cuando dejará huérfana a su hija de 4 años, y sin considerar que el padecimiento extremo que sufre (el cáncer tiene comprometido casi todo su cuerpo y le produce intensos dolores que la tienen casi inconsciente) y olvidando que podría haber gozado de alguna "gracia divina" por haber sido una fiel servidora del Señor.
¿Pero y si no fue así, y si fue ella misma quien desestimó la ayuda que El quiso enviarle, a través del equipo médico que la atendía? Suena como al chiste del náufrago que reclama a Dios una vez en el cielo por haberlo dejado morir y no haber bajado a rescatarlo, a lo que éste le responde "pero si envié 3 helicópteros a buscarte y tú no quisiste subir". ¿Qué tal si, aferrada a la supuesta voluntad de Dios, esta madre simplemente no entendió la señal divina que le mostraba el camino de la medicina para detener el avance -entonces prematuro- del cáncer cuando recién aparecieron los síntomas?
Hoy ya no queda nada por hacer y ella irremediablemente morirá, a menos que suceda un milagro. Su salud se deteriora rápidamente y tememos lo peor para muy pronto, lo que sin duda dejará una estela de tristeza profunda que incluso me alcanzará a mi. A lo que tengo que agregar la inmensa duda respecto a la opción escogida. ¿Podría ella haber encontrado otro destino de no haber tenido tanta fe en Dios?